Así aprendemos, así enseñamos, así caminamos en Waldorf.

Artículo escrito por Gabriela Rodriguez, Maestra de Sexto Grado en el colegio Inlakesh en México D.F

La Pedagogía Waldorf “considera perjudicial introducir la lectura y la escritura antes de los siete años”, dice un artículo que carece de autor que se responsabilice del mismo y agrega que antes de esa edad tampoco se trabajan las matemáticas.

Aclaremos algo: En Waldorf, el lenguaje y los números no se introducen a la usanza tradicional, pero desde el primer septenio nuestros niños están relacionados, no sólo con la lectura, la escritura y las matemáticas, sino con la física y otras ciencias.

La pregunta es ¿Cómo?

Cuando tú lees un libro, en tu mente proyectas imágenes relacionadas con la lectura. Esto te permite experimentar emociones, tener comprensiones e incluso “acomodar” situaciones de tu vida. Pues eso mismo les sucede a los niños en el Jardín de Infancia cuando su maestra (o) les narra un cuento. Ellos escuchan la misma historia una y otra vez, luego la pueden narrar y hasta representar. Estos pequeños están leyendo. No descifrando signos como en la forma tradicional, sino ¡leyendo!

¿Que no aprenden como los demás niños? Cierto. Un niño en la escuela Waldorf aprende a leer con todo su ser. Y un niño que aprende de esta manera, entiende lo que lee. Aunque aún no descifre las letras… Los demás niños aprendemos a descifrar signos, pero ¿comprendemos?

El artículo antes mencionado hace referencia también a la escritura. En este tema compartiré mi experiencia como mamá.

Cuando aún no cumplía siete años, mi hija mayor un día me preguntó cómo se escribía su nombre, así que se lo escribí en un papel y ella me preguntó si ahí decía Dulce. Le contesté que sí y ella comenzó a escribirlo innumerable cantidad de veces y aprendió a identificar los sonidos de cada una de las letras que componían su nombre.

Si era su cumpleaños, ella firmaba todas las invitaciones. Cuando veía nuevas letras me preguntaba qué letra era y su sonido. Entonces las relacionaba con las letras de su nombre y armaba palabras. Por ejemplo la “E” con “D” y leía “DE”. Así de simple. Yo sólo la acompañaba, jamás la forcé. Sabía que era su camino personal, como aprender a gatear o a caminar.

Para cuando llegó a la Primaria conocía, como otros de sus compañeros, muchas letras y sus sonidos. Y aún no la presioné, respeté su proceso.

Cabe mencionar que en algún momento de su segundo grado me cuestioné si no iba retrasada en la lectura, pero entonces tuve la oportunidad de prepararme para el examen del Ceneval con el que obtendría mi título de Licenciatura en Educación Primaria y ahí aprendí que para la Secretaría de Educación (SEP), los niños al salir de primer grado de Primaria deben tener nociones, léase bien: nociones de lectura, no niveles avanzados.

Hoy mi hija lee con correcta entonación y fluidez y devora libros. Por cierto. Desde que era pequeña leemos con ella antes de dormir.

Amo contar mi experiencia con las “planas” espontáneas que he visto hacer a los niños en Waldorf. Al jugar al restaurante, por ejemplo, repiten varias veces el mismo menú para repartir entre los comensales ¡Por supuesto! Escriben que va haber una función y escriben decenas de anuncios con la misma información…

Alguna vez un papá me contó que cuando su hijo aprendió a escribir su nombre, lo repitió decenas de veces a lo largo de las paredes y cuando él vio esto le preguntó qué había hecho y el niño le respondió: “Papá, así sabrás dónde estoy”.

¿Las Matemáticas? Mucho antes de entrar a  la Primaria mi sobrino hacía cálculo mental a una rapidez asombrosa. Hacía preguntas y deducciones que ningún programa académico le podía dar. Nadia se lo prohibió. Mucho menos en su salón de Jardín Waldorf donde los niños pueden contar cuántas piezas de pan hicieron entre todos, quién faltó ese día y cuántos panes pueden tocar a cada uno de los presentes, incluyendo a los maestros.

Por supuesto que no todos los niños están interesados en hacer cuentas como mi sobrino. Pero eso sucede en cualquier tipo de enseñanza ¿o no? Y sí, no hacen esa suma, resta y división en un papel con símbolos que todavía no comprenden, pero pueden llevar a cabo las operaciones. Ya llegará el momento de aprender lo que significa cada operación y registrarlo. ¿Por qué la prisa? ¿Hacerlo antes nos hace ser mejores?

¿La Física? Los niños construyen puentes en la arena y debajo de éstos hacen correr ríos, construyen presas, fuentes… Avientan llantas por una pendiente y luego la suben y son ellos quienes buscan la solución a estas situaciones ¿Qué más quieren antes de los siete años? Las fórmulas llegarán en su momento: cuando estén listos para recibirlas y aplicarlas en papel.

Y de las Ciencias de la Naturaleza ni se diga todo lo que pueden aprender en las caminatas al bosque o al sembrar en la hortaliza o al cuidar los animales de una granja.

Esto antes de los siete años. Y una vez que entran a la Primaria empieza el ajetreo: que si aprenden lo mismo que en los otros Colegios, que si llevan los mismos niveles. Lo que hoy puedo decir es que como mamá y maestra he podido experimentar diferentes situaciones.

LOS GRADOS SUPERIORES

Hace unas semanas me sentía contra la pared por el tema de si los niños aprenden o no, o qué va a pasar cuando vayan a otras escuelas, etcétera. Tomemos en cuenta que soy la maestra de sexto grado y las miradas están puestas en mi grupo.

En medio de mi preocupación busqué en el libro de Historia de la SEP qué temas podía trabajar con los niños. Me llevé una sorpresa al ver que, excepto dos temas que estudiaremos este año, hemos visto todos los demás ahí propuestos. Grité de emoción. Y mi corazón descansó.

Hace unos días una de  mis alumnas dijo en el salón que tenía una amiga que estaba en sexto y sabía hacer raíz cuadrada. Las miradas de los niños se posaron sobre mí y me preguntaron si ellos aprenderían esto. Les dije que sí, llegado su momento, pero que no se preocuparan, porque aunque ellos no conocen este tema con ese nombre, tienen los principios que nos llevan a resolver una raíz cuadrada. Muy extrañados me preguntaron qué era lo que sabían y les dije:

“Aunque no los hayamos conocido con ese nombre, hemos trabajado los números cuadrados hace tiempo. Un número cuadrado es 49”, les dije.

Antes de tres segundos alguien dijo: es el resultado de 7 por 7

¡Exacto! Contesté ¿Quién me dice otro número cuadrado? Y enseguida alguien dio otra opción. Pronto descubrieron que 25 es un número cuadrado, pues resulta de multiplicar 5 por 5 y 16 resulta de 4 por 4. Les dije entonces que 5 es raíz cuadrada de 25 y 4 lo es de 16.

¿Y desde cuándo conocemos esto? Pregunté. “Desde primero”, contestaron los niños. Sus caritas brillaron de alegría. Y al escribir esto no puedo evitar la emoción que me arranca más de una lágrima.

Recordé entonces lo que alguna vez leí que dijo Rudolf Steiner:  Aprendiendo todas las operaciones de una vez, avanzarán más de lo que piensan.

Sé que estoy sobre la mira. Quizá no fue azar que levantara la mano a principio de año escolar para escribir algo en estas fechas. Quizá a finales de año deba volver a leer con calma este escrito.

Así que por si acaso, les diré: Al terminar este ciclo escolar sabré que di lo mejor de mí. No sé si todos mis alumnos se queden, no sé si todos se vayan. No sé nada. Esa es la verdad.

Pero sé que lo que deje en las almas de los niños será para siempre. Y al saber que soy una persona que nunca deja de aprender, confío sembrar en ellos la huella del aprendizaje: que nunca crean que lo saben todo y estén siempre abiertos a lo que la Vida les quiera enseñar y así puedan siempre seguir aprendiendo… felices.

Y a donde quiera que vayan, aprenderán con métodos diferentes, no lo dudo; les llevará un tiempo ajustarse, claro, pero confío que lo lograrán. Siempre los he acompañado en mi corazón confiando en ellos y lo seguiré haciendo.

Así aprendemos, así enseñamos, así caminamos en Waldorf.

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